Publicado en la Edición Aniversaria del diario El Carabobeño, 01/09/14
| Profesor| Jorge Luis Bolívar Manzano
La escuela de la era agrícola fue cambiada por la industrial, con innovadoras ‘líneas de producción’, etapas llamadas grados, niños segregados por edad, horarios inflexibles, igual ‘velocidad de producción’, imposición jerárquica de estándares por supervisores [maestros]. Ahora, las tecnologías de la información y comunicación (TIC) con acceso inmediato a todo el conocimiento acumulado de la humanidad, obligan a la escuela a su readaptación social, siendo propicia su rehumanización.
La escuela del siglo XXI se debe ocupar más de la esencia humana y menos de la académica, hasta lograr su equilibrio. El mensaje del líder pacifista Martín Luther King invita a la reflexión a quienes tenemos responsabilidades formadoras: “Cuando nos fijamos en el hombre moderno, tenemos que enfrentar el hecho de que el hombre moderno sufre de un tipo de pobreza de espíritu, que está en flagrante contraste con su abundancia científica y tecnológica. Hemos aprendido a volar en el aire como los pájaros, hemos aprendido a nadar los mares como los peces… y sin embargo, no hemos aprendido a caminar sobre la Tierra como hermanos y hermanas”. [Traducción propia del original, en inglés: Berkeley in the Sixties, 1990] Son muchos los ejemplos de intolerancia que suelen culminar en actos violentos.
Desde el reconocido chalequeo, llamado acoso o bullying, hasta ataques terroristas conocidos por los numerónimos: 11M [Madrid, España] en 2004 y 11S [Nueva York, EUA] en 2001, los más emblemáticos mundialmente. En nuestro país, la radicalización política ha causado estragos en la convivencia ciudadana, inclusive en el ámbito familiar. Propiciarla entonces, debe ser uno de los objetivos de la escuela de nuestros tiempos. Para ello se debe ‘predicar con el ejemplo’, como recomendaba el Maestro Jesucristo. Promoviendo la aceptación de la diversidad, permitiendo una auténtica inclusión escolar para que la escuela pueda contribuir a crear un mejor país y más pacífico, a través del entendimiento mutuo y el respeto intercultural.
Competencias para incluir al diferente
Es imperativo identificar competencias para que el docente lidere la práctica de una efectiva inclusión escolar, que promueva la convivencia humana, respetando, aceptando, promoviendo la diversidad en su más amplio sentido. Debemos disminuir el riesgo de una ‘discapacidad docente’ en la atención a necesidades escolares distintas a ‘las normales’. Y sensibilizar a padres, madres y representantes tanto de los considerados distintos, como de los iguales a ‘la norma’ [¿normales?].
Desplazado de la escuela el conocimiento como fin último, se establece una nueva ecología de la acción en el aula, que contempla la programación de un aprendizaje social emocional en la educación primaria y secundaria, una psicopedagogía activa.
A los docentes nos corresponde estimular en los estudiantes la expresión de sus sentimientos, para que puedan ser activamente comprendidos. Aprender a pensar antes de tomar decisiones y a reconocer que el conflicto es una parte natural y normal de la vida. Que sus resultados dependerán de cómo lo afrontan. Las habilidades aprendidas les deben permitir resolver conflictos de manera productiva y pacífica.
El aprendizaje social emocional es el proceso mediante el cual niños y adultos adquieren conocimientos, actitudes y habilidades necesarias para reconocer y manejar sus emociones, demostrar interés y preocupación por los demás, formar buenas relaciones, tomar decisiones responsablemente y manejar desafíos en situaciones de manera constructiva.
Derecho Humano
Después de la II Guerra Mundial los Estados de la ONU decidieron, en Asamblea General [1948], incluir la educación de manera protagónica en su Declaración Universal de Derechos Humanos. Independientemente de las diferencias particulares, la garantiza sin distingo en la Conferencia Mundial sobre Educación para Todos de 1990, planteando una revisión del diferente, permitiendo que se pueda poner al ‘otro’ en igualdad de condiciones. Es inmoral que la educación y la escuela carezcan de respuestas que integren a quien tenga una condición distinta.
Ayudando a sobrevivir
Tradicionalmente, la educación defendía la verdad absoluta de Darwin, privilegiando la noción de supremacía en cuanto a la supervivencia del más fuerte. Ahora, la sensibilidad, la moral de esta sociedad, la nueva ética del individuo, junto con la tecnología, nos plantean un antidarwinismo humano. El hombre debe intervenir para proteger, comprender al diferente y ayudar al débil a que igualmente pueda ‘sobrevivir’ en esta selva humana llamada sociedad posmoderna.
Necesitamos a ese líder educador con una sensibilidad distinta, con una tecnología distinta, que promueva la convivencia de los seres humanos en condiciones de igualdad, respetando y más bien valorando sus diferencias, independientemente de sus capacidades, conectándose emocionalmente con toda la comunidad escolar, en especial, y por encima de cualquiera, con sus alumnos.