El fallecimiento de Raziel Ramírez dejó consternado a todos los que laboramos en el Juan XXIII, no sólo por tratarse de ser hijo de nuestro hermano del alma Benito Ramírez, sino porque fue un muchacho que llenó todos los espacios de su vida de manera brillante y organizada, para dejar constancia en el poco tiempo que vivió de ser una persona maravillosa al cual Dios dotó de innumerables atributos que lo enaltecieron como ser humano. Además de ser un destacado deportista, se llenó de gloria cuando a través de consejos dados a sus hermanos lograron títulos universitarios que lo regocijaban como buen hijo y gran hermano. Adiós Raziel, te despedimos como si fueras hijo nuestro.