Pienso en la gran emoción que han de sentir los atletas venezolanos, cuando se les acerca la competencia más rica en presencia universal que se realiza en el planeta. La que mueve al mundo y reúne a lo más granado del vigor físico que dispone un país, por obra de un trabajo sistemático y técnico, en el que se procura demostrar que la prédica no solamente es con palabras.
Una travesía larga que por espacio de 4 años, los países pasan por pruebas donde la fe y el nombre de Dios, son asomados cada mañana cuando se es sometido a las más exigentes pruebas individuales y grupales, según sea el caso del deporte. Las alforjas están llenas de elementos y estrategias, y en la que en cada intervención se abren las puertas esperanzadoras de un cambio que no termina de llegar.
Qué país, qué gobernante no piensa en la trascendencia, que alcanzará al subirse uno de sus atletas en el podio de triunfadores. Qué orgullo para aquellos padres que con mucho sacrificio, han aportado buena cuota en el gasto de preparación de su hijo.
Expresar la magnitud y la trascendencia de los juegos, es darle más importancia de la que le han dado los medios impresos. Hoy día los Juegos Olímpicos no sólo son la esperanza de los jóvenes en procura de alcanzar reconocimientos públicos, sino la gloria.
La fecha está a la vuelta de la esquina, ya no hay vuelta atrás, es hacia adelante y más con ahínco y fe puesta en Dios, en que conseguirán las máximas condiciones para salir airoso y dar respuesta al apoyo, sacrificio y dedicación a lo que se está haciendo.
Luis Hernández Estrella